miércoles, 12 de marzo de 2008

CAPITULO IV


CAPITULO IV

Donde averiguaremos como llegó Nefertiti a Asturias. Donde María desvela algunos secretos. Donde la casona nos revela un misterioso desván con puertas tapiadas. Y Ed es nombrado Gran Mayordomo de la Fiesta de la Candelaria.

Mientras se dirigía de nuevo al hotel. Llegó a dos conclusiones; la primera, no mencionar a nadie su hallazgo, la segunda el busto tenía que ser falso, Nefertiti hacía muchísimo tiempo que se exhibía en Berlín.

En el vestíbulo, parapetada tras unas gafas oscuras y un sillón orejero, lo esperaba María. –Shissss, Ed, tenemos que hablar…- Cuando Ed hizo el gesto de sentarse en el sillón orejero María le susurró –No, a solas….en la casa - Ver a María envuelta en tanto misterio escamó a Ed –Espera un momento que subo a buscar las llaves- Ya en la habitación llamó a Benancio, por si las moscas.

-Antes de que se presenten aquí, tengo que explicártelo todo….Somos muchos los que hemos escondido el busto durante años, desde aquel día, en Berlín, mientras la guerra se cebaba en hombres y piedras, el busto fué evacuado y guardado en lugar seguro, …pero cuando reapareció el Agosto de 2005 en La Isla de los Museos de Berlin habíamos tenido tiempo para…-

La cara de Ed mientras escuchaba la historia se fue ensombreciendo, María sabía lo que había en el sótano mejor que él y no estaba sola.

- Pero entonces, es auténtica.

- Claro, que lo es. Mi padre, Alejandro, el que te dejó la casa, fue su último guardián, ahora lo eres tú.

- ¿Por qué yo?

- Porque a mí me conocen.

- ¿Quién?

- Ellos, los descendientes del coronel nazi encargado de la evacuación, descubrió el cambio, y desde entonces no han cejado en el empeño de recuperar el busto. Por eso mi padre la trajo aquí, por eso te la dejó a ti. A mi me siguen, saben quien soy.

Un personaje encapuchado apareció en la ventana, ante el asombro de Ed, empezó a gritarle, mientras cruzaba el dintel desvencijado.

- ¿Qué miras bobo? ¡yo soy la madre de esta tiñosa, una mala pécora que apuñala a su madre por la espalda!

- Fuiste tú quien se fue y nos dejó solos en el peor momento, como una cobarde. Si no quieres ni tan sólo decir que soy tu hija…

La capucha resbaló, era Abigail, que se avalazo sobre María con intención de estamparle el puño en la cara, acto que María repelió con un certero uñazo en la mejilla.

En estas estaban cuando sonó la gaita de Benancio y las mujeres dejaron de pelearse, como por ensalmo, bajo el influjo de la música.

En el dintel encontró un sobre azul a su nombre y en la carta lo que parecía un acrónimo SON I MA CERROC, era lo que le faltaba en ese momento acertijos. Le dio un par de vueltas y lo guardó en el bolsillo. Mientras enfilaba la escalera decidido a explorar el desván, traspasó la puerta entreabierta y se encontró en un espacio octogonal con el suelo cubierto de manzanas, ya momificadas, que dibujaban una estrella cada punta de la cual señalaba una puerta, en cada una de ellas había un cartel con el texto desdibujado, sólo alcanzó a leer cámara de.., … de …azul. Sólo un cartel era fácilmente legible, mayor que los otros y en letras doradas rezaba EL SUPREMO.

Le acuciaba la curiosidad, pero las manzanas desprendían un olor a almendra amarga que terminó por marearlo y cuando empezaba a perder la noción del espacio, del tiempo y de si mismo, un vozarrón entonando una melodía infantil lo devolvió a la realidad –sin música Be…- se descubrió tumbado sobre las manzanas podridas y zarandeado por Benancio, se recostó sobre el corpachón de su amigo y vomitó bilis sobre sus zapatos, mientras descubría en el techo un extraño mural, parecía el reverso maléfico de los frescos de San Antonio de la Florida. Desde la balaustrada le observaban mujeres oscuras y homonúsculos lascivos, bajó la mirada y acompañado de benancio abandonó la casona.

En el camino, un sapo de doble papada les acompañó con su croar redundante, repitiendo una y otra vez su incomprensible mensaje. –Te canta el tecolote- le musitó Benancio y apretó el paso arrastrándolo hacía el hotel.

Al llegar en el vestíbulo reinaba la cogorza general, diríase que todo el pueblo estaba allí reunido, dedicado a la ingesta alcohólica masiva. Al verlo se lanzaron a por él y lo alzaron en volandas al grito de: ¡llegó el Mayordomo!

Ed fue depositado, a trompicones, sobre los toneles de sidra que se amontonaban en la entrada y obligado a hablar, sólo pudo decir – Qué ..- cuando el gentío explotó en un grito unánime. -¡El mayordomo ha hablado, viva la Candelaria! – y centraron su atención en un hombrecillo encaramado en un tablado precario.

– ¡Matarranas, arráncate!- y se arrancó, y cantó toda la noche con voz de sapo bufo, y Ed decidió beber sidra hasta entender o olvidar los acontecimientos de los últimos dos días. Despuntaba ya el sol cuando cesó el canto del Matarranas (que después de un somero análisis era clavadito al del chotacabras) para pregonar – El Mayordomo ya cayó, el alcalde le dio la cuenta, y Cangas puede dormir con los toneles vacíos y la cuenta pagada-

Dicho esto, bajó del tablado y ayudado por Benancio cargaron con el semiinconsciente Ed, para arrastrarlo hasta la habitación y dejarlo en la cama. – Buenas noches Ed, mañana tienes que ir a pagar la cuenta de los toneles al ayuntamiento, ya sabes eres el Mayordomo- Ed no oyó nada, dormía tranquilo por primera vez desde que pisó Cangas de la Bastida.

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